Vitrificación de óvulos: una buena idea para preservar tu fertilidad.
Cada vez más mujeres retrasan el momento de ser madres. Las circunstancias sociales, laborales, económicas… postergan un proceso biológico que tiene fecha de caducidad. Pero la vitrificación de óvulos es una opción para aquellas mujeres que no quieren renunciar a nada, o bien que ven peligrar su fertilidad. ¿Sabes en qué consiste?
Es un hecho. La capacidad de una mujer de conseguir un embarazo sano cae en picado a partir de los 36 años. Eso no significa que haya muchas mujeres que se conviertan en madres por primera, segunda o tercera vez a partir de esa franja e, incluso, una vez alcanzada la cuarentena. Pero, desde luego, no con la calidad ovárica de que se disfruta a los 20 ó 25 años.
Pero ¿cuál es la alternativa? ¿Quién puede permitirse ser madre a una edad tan temprana? ¿Cómo ignorar las voces de la naturaleza, cuando a penas una mujer empieza a vivir su vida adulta como para dar vida a un nuevo ser, con lo que eso conlleva? La vitrificación de óvulos es un proceso de preservación de las células germinales femeninas en temperaturas extremadamente bajas, durante un periodo de tiempo indeterminado, hasta que la futura madre en cuestión se decida a dar el paso.
Y, atención, no estamos hablando de congelación propiamente dicha. La vitrificación es un proceso algo más sofisticado, que permite una serie de ventajas a la hora de conservar el material biológico. ¿Tienes curiosidad?
Las ventajas frente a la congelación
Si imaginamos la preservación de óvulos, es probable que se nos vengan a la cabeza neveras inmensas llenas de tubos de ensayo. Pero lo cierto es que, aunque la congelación continúa siendo utilizada, la vitrificación es algo diferente, y que tiene una serie de ventajas con respecto a la simple congelación. En primer lugar, la vitrificación se realiza en nitrógeno líquido, por lo cual evita que se formen cristales de hielo que puedan dañar las células. Así, se asegura un mayor número de ovocitos intactos y listos para fertilizar cuando se lleve a cabo su recuperación.
Es en este material y no en agua en lo que se sumergen las estructuras (pajuelas) en las que se guardan los ovocitos. A unos -196 grados centígrados de temperatura, la “congelación” se produce de forma ultrarápida, en apenas unos segundos. Además, la influencia de los crioprotectores, que se inyectan a las células antes de ser sumergidas, asegura que se mantengan intactas en el tiempo.
Así, la vitrificación permite que el tiempo se pare para tu fertilidad, y puedas retomar los óvulos de cuando tenías 25 ó 30 años, la edad a la que te sometas al proceso, para ser madre exactamente cuando lo decidas. Eso sí, siempre y cuando tu cuerpo aún esté sano para afrontar un embarazo. En ese momento, los ovocitos se “desvitrifican” para ser utilizados en un tratamiento de reproducción asistida.
¿A quién va destinada la vitrificación?
Cualquier mujer, que disponga de fondos para ello, puede someterse a un proceso de vitrificación de óvulos para retrasar la maternidad. Aunque lo cierto es que, en sus orígenes, la vitrificación de óvulos se diseñó para preservar la fertilidad de las mujeres con cáncer, dado que los tratamientos de quimioterapia y radioterapia conllevan un riesgo del 50% de disminución de la fertilidad femenina. Incluso, la vitrificación es una excelente opción para las mujeres que donan óvulos, y que necesitan que su material biológico se conserve hasta ser utilizado por otra mujer o pareja que desee acceder a la paternidad.
En cambio, la vitrificación de óvulos se ha convertido en una opción para aquellas mujeres sanas que están en su mejor momento reproductivo pero que no pueden, o no quieren, convertirse en madres todavía.
Los estudios, el acceso a la vida labora, la estabilidad económica, la pareja, la vivienda… Existe un sinfín de motivos por los que una mujer puede no sentirse preparada para tener un hijo… todavía. Pero algún día si lo estará y, cuando llegue ese momento, no estará dispuesta a sacrificar su calidad reproductiva. Una manera de conciliar biología y sociedad, gracias a la ciencia. Y tú, ¿qué opinas?